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miércoles, 25 de agosto de 2010

lunes, 16 de agosto de 2010

Uno de cada tres parados ya no recibe ninún tipo de ayuda por desempleo.

Tres de cada 10 parados demandantes de empleo sin relación laboral no recibe ningún tipo de prestación por desempleo o, lo que es lo mismo, más de un millón y medio de personas no dispone de ingresos, según el indicador de avance del mercado laboral de Afi-Agett.
El presidente de la patronal de Empresas de Trabajo Temporal (ETTs), Francisco Aranda, advirtió sobre el «peligro» de exclusión social de este colectivo ante el empeoramiento de las condiciones económicas. En el lado opuesto, casi tres millones de estos parados percibe alguna prestación, lo que supone un aumento del 119% durante los tres últimos años.
Este incremento está impulsado por las prestaciones no contributivas, sobre todo por el subsidio de desempleo, con más de 990.000 beneficiarios en junio, y por la ayuda de 426 euros, que llega a casi 245.000 familias.
Por regiones, aquellas más meridionales alcanzan un paro superior a la media, con Canarias liderando el ranking (29,1%), seguida de Andalucía (27,8%), Extremadura (26,4%) y la Comunidad Valenciana (23,5%). En el otro lado, País Vasco (12,7%), Navarra (14,1%), Islas Baleares (14,6%) y Aragón (15,2%) registran las tasas de desempleo más bajas.
La patronal de las ETTs también estimó que en octubre, una vez que pasen los efectos estacionales del verano, habrá una caída de la ocupación del 1,3%, hasta los 18,5 millones de activos. Ahora bien, consideró que existen «incógnitas» sobre la evolución del empleo a finales del año, debido a que los ajustes en la Administración y en la Obra Civil ya habrán concluido.
«Murcia, Canarias, Cantabria y Comunidad Valenciana son las autonomías en las que más ha aumentado el peso de los parados de larga duración sobre el total de ociosos. Ante esta situación, cada región debería adoptar las medidas oportunas posibles, porque, en lo que al desempleo se refiere, el tiempo es el peor enemigo de la persona parada», aseguró Aranda.

lunes, 2 de agosto de 2010

Jóvenes Bárbaros verano 2010.


La Primera Guerra Mundial es uno de los sucesos más terribles y olvidados de la historia moderna de Europa. Supuso el suicidio del orden burgués, incapaz de impedir las grandes matanzas; el final de los Imperios Europeos, el ruso, el austro-húngaro, el alemán y el inglés (aunque este sobreviviese hasta el final de la Segunda Guerra Mundial). Fue un momento horrible para la demografía europea, en que nuestro continente sufrió una sangría de la que aún no se ha recuperado.


Entre las pocas cosas favorables de aquella guerra puede sin embargo verse la forma en que se liberaron los espíritus nacionales.

En toda Europa se produjo una revolución espiritual que superó las divisiones sociales cuando soldados de las distintas clases sociales compartieron unos mismos esfuerzos y sufrimientos en el frente y se liberaron de todo aquello que tiene de rutinario y bajo el mundo burgués y descubrieron el amor al riesgo, la camaradería, y ese socialismo de las trincheras que invocó Strasser en sus escritos. La Guerra de 1914 destruyó mucho pero dejó tras de sí las semillas de una nueva manera de entender el nacionalismo y el pueblo.

Países que parecían condenados a no existir nunca más resucitaron. Ese fue el caso de Polonia, Finlandia o Irlanda. Aunque esos nacionalismos no sean los nacionalismos revolucionarios que normalmente estudiamos, merece la pena verlos de cerca. La Irlanda que se alzó en 1816 y tuvo su primera dosis de autogobierno en 1921 era realmente una nación proletaria, a la que una larga ocupación extranjera había privado de toda posibilidad de desarrollo y reducido durante largos periodos de su historia a la miseria cuando no al hambre.

El hecho de que su revuelta no concluyera con un estado nacional y social en el sentido que nosotros propugnamos no quita valor a su revuelta contra un imperio, el inglés, que en aquel momento era el más poderoso del mundo.

De la editorial