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martes, 17 de marzo de 2009

Juventud rebelde...

Este maravilloso sistema democrático en el que vivimos ha decidido que nuestros jóvenes no piensen por sí mismos. Ya se sabe, si un joven piensa puede que vote o peor aún que se pronuncie políticamente a través de otros mecanismos más peligrosos. Es decir, los jóvenes están mejor sin pensar. No nos vayan a salir rebeldes.
Para evitar que la juventud española decida por sí misma han ido empleando ciertos mecanismos muy efectivos.
En primer lugar tenemos un sistema educativo en el que la autoridad del profesor es cuestionable, pero la de la televisión es sagrada; en el que no se valora el análisis crítico de ideas o pensamientos sino la mera memorización repetitiva de cuatro conceptillos muy básicos; un sistema educativo en el que se ha desterrado cualquier pretensión de aprendizaje cooperativo o de intercambio de conocimientos entre los alumnos fomentando el individualismo y el ascenso a costa de los demás; y un sistema educativo que no cuenta con el respaldo político ni con los medios materiales suficientes para cumplir con ninguno de sus ya de por sí escasos objetivos.
Pero no nos hemos quedado en el mero hecho educativo. Nuestros medios de comunicación y nuestra sociedad valoran positivamente cualquier ejemplo de consumo de drogas o de adicción a cualquier fármaco. No se necesita ver más que cualquiera de las series que se emiten en horario infantil. Qué más da que los jóvenes fumen porros si cuando sean adultos los podemos reconvertir en alcohólicos o adictos a los antidepresivos.
Nuestros políticos tienen esto muy claro porque lo más parecido a una revolución que han conocido han sido un par de tardes de porros en aquel cansino año del 68.
Y lo más grave de todo, no es que los chicos de este país no tengan ni idea de nada, ni que vayan emporrados a todas partes, desde que cumplen los trece, lo peor es que no les hemos enseñado a valorarse como personas ni a valorar a los demás. Sino que les hemos educado dentro de una burbuja de sobreprotección que les ha convertido en muñecos sin defensas ante la vida real.
El resultado está muy claro: los jóvenes españoles son individualistas, egoístas y materialistas hasta la médula.
Si queremos una juventud rebelde, con opinión propia, comprometida y humana necesitamos menos alcohol y drogas, mucho menos individualismo, y mucho más actitud crítica.