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domingo, 26 de abril de 2009

Genocidio abortista

Nuestra posición ante el aborto es la de la defensa de la vida desde el momento de la fecundación, el óvulo fecundado es una vida y su destrucción es un vil asesinato.
Tenemos que dejar a un lado los excepcionales casos en los que las razones médicas son inapelables. Pero debemos denunciar el inmenso genocidio que las democracias liberales han provocado amparando el aborto voluntario por meros motivos egoístas de los progenitores. Nunca podemos admitir que la comodidad económica o social de los padres esté por encima de la vida de un ser humano.
Una ley del aborto, como la que tenemos y como la que parece que viene, deja la responsabilidad de la toma de decisiones en manos de la madre. Esto nunca nos lo cuenta la progresía democrática cuando hablan del derecho a decidir y de la libertad de la madre. Pero, con este tipo de ley, nuestra democracia deja sola a la madre y la convierte en la única responsable del asesinato de su propio hijo. Esto es lo más cruel, más hipócrita y más machista que ha creado nuestra democracia.
Pero ¿quién tiene interés en fomentar el aborto?
Por un lado, hay que citar a los políticos y sus intereses mediáticos. Cada vez que los políticos azuzan el tema del aborto, los detractores y partidarios de este tema saltan como un resorte ocupando sus respectivos espacios mediáticos. Es patético leer como se critican los unos a los otros “tapando” otros problemas más inmediatos, como la crisis con su más de millón y medio de españoles en paro.
Y por otra parte debemos hablar del interés es económico. Se calcula que sólo en 2008 el aborto generó un negocio de más de 40 millones de euros. Y por supuesto, con el dinero de todos. Porque mientras nuestras instituciones subvencionan la interrupción del embarazo – que eufemismo para no citar la palabra asesinato – no dedican ni un mísero euro a ayudar a las madres sin recursos.
Eso sí, que nadie se ponga nervioso porque este genocidio no entra en la agenda del superjuez de turno y por tanto no vamos a ver a sus culpables perseguidos ni encarcelados, ni tan siquiera puestos en duda.

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