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martes, 22 de septiembre de 2009

NUESTRA CLASE POLÍTICA


¿La democracia no era aquello de “somos todos iguales ante la ley”? ¿Y los políticos? ¿son cómo el resto de los mortales?
De unos años hacia acá, uno tiene la sensación de que no somos todos iguales ante la ley. En especial, en el caso de los políticos profesionales. Baste recordar los derechos que tiene un aforado en cuanto es investigado por cualquier tribunal.
Pero mis quejas no se refieren solamente a su estatus jurídico. Voy más allá de eso y me pregunto si el político es un ciudadano. Es decir, ¿conoce la realidad de la calle?, ¿ha buscado trabajo alguna vez?, ¿ha tenido que ir a pedir un préstamo?, ¿trabaja en algo que no haya adquirido por el mero hecho de su condición política, sus contactos desde la representatividad pública, etc.?
Buena parte de nuestros representantes – sin distinción de partidos – en el Congreso o en el Senado no se ha dedicado nunca a otra cosa que ha ser político desde los veintitantos años. La mayoría inició su carrera política en las juventudes de su partido, para ser rápidamente elegido en listas municipales o regionales (con buenos sueldos a cargo de los impuestos de los demás) y de ahí ha pasado a un escaño nacional. Y nunca ha tenido que buscar trabajo, ni casa, ni pagar una multa, ni someterse a ninguna de las “torturas” que nos recuerdan diariamente que nosotros sí somos tristes ciudadanos mortales. Porque el político de carrera siempre ha sido un personaje público que ha recibido todos los parabienes posibles de los poderosos a los que su cargo público afectaba directamente.
¿Cómo van a defender así los intereses de los ciudadanos? Si ellos mismos ni son ciudadanos ni lo quieren ser.
Y por supuesto, este estado de cosas no es algo transitorio ni fruto del azar. La clase política es un exclusivo grupo social al que no todos estamos invitados. Fíjense, si no lo ven claro, en el chiste aquel en el que Franco pregunta por los ministros y altos cargos de los gobiernos de Aznar y Zapatero y buena parte de ellos era familia directa de importantes personajes del Régimen.
Bromas aparte, si alguna vez quisiésemos tener una clase política que represente nuestros intereses – los de los españoles de a pie de calle -, deberíamos imitar los años de ejercicio de cargo público a dos legislaturas como máximo. Porque señores, esto empieza a pasarse de castaño oscuro. Que cualquiera diría que somos una república bananera.

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